Durante días, una pequeña perrita discapacitada esperó en vano a su dueño, quien estaba detrás de todo. Sigilosa, la seguí hasta un terreno baldío cercano, donde descubrí su trágica realidad: sus músculos atrofiados la mantenían luchando por moverse, pero ella, fiel, salía a ese camino todos los días, esperando a alguien que nunca llegaba.
Más ligera de lo que imaginaba, la cachorrita temerosa luchaba por liberarse de mis manos. Su cuerpo delgado y desnutrido mostraba las secuelas de arrastrarse por el camino día tras día, perdiendo la movilidad de la cintura para abajo debido a una lesión en la columna. Esta pobre alma había estado así durante al menos un mes, y a pesar de la cirugía, la esperanza de recuperación era mínima.
Con apenas seis meses de edad, esta cachorrita pura e inocente se preguntaba por qué nadie la había ayudado antes. El terreno baldío estaba cerca de las casas de la gente, pero solo recibía algunas sobras. La triste realidad era que ella esperaba en vano.
Consultamos sobre métodos de tratamiento y comenzamos con la curación de sus heridas. Afortunadamente, la cachorrita se sentía cómoda en nuestro cuidado y rápidamente se adaptó a las personas. A pesar de los esfuerzos, intentar que se pusiera de pie fue en vano; su columna vertebral afectada por fuerzas externas la condenaba a una vida sin movilidad en sus patas traseras.
Sin embargo, cuando una puerta se cierra, otra se abre. Con amor y determinación, le compramos una silla de ruedas. La sorpresa llegó cuando, en cuestión de horas, la cachorrita, ahora llamada Rueditas, aprendió a usarla con maestría. Con un cinturón fijando su espalda, Rueditas experimentó la alegría de moverse más fácilmente.
Aunque aceptamos la triste realidad de que su vida será así para siempre, Rueditas ha encontrado una nueva esperanza. Este es el comienzo de una nueva vida para ella, donde cada giro de sus ruedas es una muestra de su coraje y determinación.