Maú tenía casi dos años cuando fue descubierto en un cementerio por un buen samaritano. Estaba enfermo, deshidratado y sin respiración; su aliento era tan tenue que se encontraba al borde de la muerte.
Muchas personas pasaron por allí y todos se dieron cuenta de que el chico había pasado por algo. Al mirar a Maú, no pudo contener las lágrimas y sintió compasión por su destino trágico. Lo sacó de allí lo más rápido posible. Todos los veterinarios estaban cerrados debido a las vacaciones, así que tuvo que llevar a Maú a casa.
La madre intentó darle de comer, pero María prefirió comer sola en lugar de sentarse en la cama con una expresión apacible. Al día siguiente, lo llevó a Maú al museo a las 8:00 de la mañana.
Fue enviado rápidamente a hacerse una resonancia magnética porque el especialista sospechaba que tenía un problema en la columna vertebral. Los resultados sorprendieron a los veterinarios, ya que llevaba dos balas en ese momento, una en frente de su pecho y la otra en el centro de su columna vertebral.
Habían estado en el cuerpo de Maú durante mucho tiempo y serían difíciles de tratar. Todos los índices del hígado, riñones y sistema digestivo estaban muy bajos, y la infección era negativa. Fue terrible y doloroso para aquellos que luchaban por llegar a fin de mes a diario.
Fue curándose gradualmente mientras esperaba a que el médico encontrara una manera de quitar la bala. Pero un milagro nunca sucedió para Maú, cuyo cuerpo perdió por completo la capacidad de caminar. Aunque eso era desgarrador, el hecho de que Maú aún estuviera vivo era lo más importante.
Nuestro dulce, tranquilo y apacible chico ha sido dado de alta del hospital. Los médicos se negaron a extraer la bala porque creen que la tasa de fallos quirúrgicos es extremadamente alta.